Arde Estocolmo pasto de la eterna guerra
entre pobres y ricos, entre blancos y no blancos, entre codicia y
necesidad. Y, con la ciudad, también arde el idealizado sueño de Suecia
como país de la igualdad y la justicia garantizada por el Estado, donde
todo el mundo era feliz y mostraban al mundo sus enormes sonrisas
inmaculadas, sin rastro de caries. Pero eso no era Suecia, era un
anuncio de IKEA. Y la caries apareció. Ya nos lo advertía Henning
Mankell a través de su indeleble inspector Wallander de que las cosas no
eran tan bonitas en el país de los altos y rubios.
Racismo,
problemas con la inmigración, un pasado de colaboración con los Nazis
que nadie quiere recordar… Pero ha sido Jens Lapidus, con su Trilogía
Negra de Estocolmo el que nos ha despabilado definitivamente. Dinero Fácil, Nunca la Jodas y Una Vida de Lujo, las tres publicadas por SUMA, nos muestran la otra cara de la idílica luna de la socialdemocracia sueca.
Demostrándonos que no está tan lejos de
nuestro barrio. JW, un sueco que roba etiquetas de ropa de marca para
cosérselas en las suyas y que sus amigos ricos le acepten; Jorge, un
emigrante chileno traficante de coca y atracador, su amigo Mahmud,
integrista adicto a los anabolizantes y a las rubias, o Radovan, el
líder de la mafia serbia que domina la prostitución, las drogas y las
discotecas de lujo. A través de estos personajes contemplamos las
conexiones arteriales entre las lujosas fiestas en los exclusivos áticos
de Estocolmo y los sucios garajes solitarios donde se liquidan los
problemas y nunca más aparecen, aunque tengan nombres y apellidos. Y el
dinero es lo que lubrica esas conexiones. Dinero a cambio de mujeres, de
droga, de muerte, de satisfacer retorcidos deseos, de poder. Dinero
corrompiendo todo a su paso. ¿Les suena de algo?
Se nota que Lapidus es abogado y que, en
su país, ha representado a varios de los delincuentes más importantes,
porque en cada página, en cada personaje, cada descripción, cada diálogo
transmite realidad. Sabe de lo que está hablando y eso lo traslada con
un ritmo más próximo al estilo norteamericano que al de otros escritores
nórdicos. Un sueco que no escribe como los suecos.
Impagable es la creación de sus
protagonistas. Contradictorios, complejos, profundamente humanos y, por
lo tanto, creíbles, tangibles. Con alguno de ellos me iría hasta a
atracar bancos. Será que Lapidus ha pasado mucho tiempo al otro lado de
la línea roja, donde todo es más feo pero más real.
Después de leerle, las noticias sobre
los disturbios en Estocolmo, con la policía cargando en los suburbios al
grito de “negros, monos, ratas”, no me sorprenden.
Por CARLOS AUGUSTO CASAS