
La
imbecilidad envuelta en su más eficaz disfraz, lo políticamente correcto,
conquista uno de los pocos reductos que se mantenían independientes, libres y
soberanos: la Semana Negra de Gijón y su premio Dashiell Hammett a la mejor
novela negra del año. Todo comenzó con la polémica sobre la ausencia de mujeres
entre los autores finalistas al premio. Los medios de comunicación, garantes de
la estulticia totalitaria del comportamiento correcto, rápidamente detectaron
el olor a controversia y dedicaron columnas y minutos a tratar este indignante
caso de flagrante machismo. Los mismos medios que llevan años pasando de
puntillas o simplemente ignoraron al festival. Pero este año se percibía en el
ambiente las ansias de linchamiento; había que movilizar a las masas a que
encendieran las antorchas e ir a quemar al monstruo. Incluso algunos ganadores
del Hammett como Alexis Ravelo, Carlos Zanón o Cristina Fallarás (la única
mujer premiada en 29 años) se unieron a la turba calificando a la Semana Negra
como “machista” en las páginas de los diarios. Pero claro, es difícil aullar
cuando el rebaño dice be. Ninguno tuvo la decencia de destacar que el de Gijón
es de los pocos premios literarios que se mantienen independientes de las
presiones de la mercadotecnia, de los pocos donde, gracias a su independencia,
ni el tamaño de la editorial, ni el número de ventas del autor, ni su fama
influyen para obtener el galardón. Sólo la calidad de la obra. Basta mirar la
lista de autores premiados y sus editoriales. Un caso apenas sin precedentes en
nuestro país donde el que se considera como el premio literario más importante,
el Planeta, acumula entre sus premiados una larga lista de presentadores de
televisión y de más famosoides de la pequeña pantalla. Por no hablar del premio
RBA de novela negra que en realidad es un recurso de esta editorial para fichar
a escritores de la competencia con el cebo de los 125.000 euros que se lleva el
ganador. Como en el caso anterior, basta mirar la lista de premiados.
El
remate final de esta inmensa mamarrachada corrió a cargo de la escritora Rosa
Ribas, que en el discurso para anunciar al ganador del Hammett 2016 destacó la
falta de calidad de las obras seleccionadas por la carencia de mujeres entre
los finalistas. Y los allí presentes rompieron a aplaudir, imagino que
admirados ante un acto de estupidez pura. Aunque mucho me temo que la escritora
pretendía hacer justicia. Al parecer comparte la miopía de la protagonista de
una de sus novelas. Pero la de Ribas es peor, porque es una miopía mental Así
pues, según parece, lo que determina que una novela sea buena es el hecho de
que el autor tenga sus órganos genitales internos y no externos. Delirante.
Un
par de aclaraciones. La novela negra es un género minoritario, que gusta a muy
pocos lectores por tratar temas violentos y sucios, por reflejar la parte
oscura del hombre y de la sociedad, y por no tener finales felices. Otra cosa
son las novelas de intriga, enigma, misterio, policiales, thillers, criminales
o como se quieran llamar. Son dos géneros distintos que apenas tienen nada en
común. Dicho de otra forma, Raymond Chadler no escribía el mismo tipo de
novelas que Agatha Christie. Lamentablemente, en España hay muy pocas mujeres
que se dediquen a escribir novelas negras. De ahí su poca presencia en Gijón.
Sin embargo, hay muchas autoras de novelas de intriga. El problema es que el
Hammett es un premio de novela negra. No de otro género. Ni más, ni menos.
Pero
mucho me temo que el festival tal y como lo conocíamos ha llegado a su fin. El
estólido pensamiento único ha puesto sus ojos en Gijón y les apuesto lo que
quieran a que el año que viene ganará una mujer. Ni aunque James Ellroy hubiera
nacido en Logroño y Raymond Chadler en Ponferrada tendrían alguna posibilidad.
Así que tranquilos, en 2017 se hará justicia. A quién le importa sacrificar la
calidad literaria si a cambio se obtiene el favor de los guardianes de lo
aceptable y lo tolerable. Al hilo de todo esto y para que por fin el Hammett se
convierta en un galardón aceptable para el ejército de rumiantes bienpensantes,
debo advertir a la organización de un hecho intolerable que se viene repitiendo
año tras año: en toda la historia del Hammett no hay ningún premiado negro.
Uy,
perdón, ningún autor de color. Pues aténganse a las consecuencias en futuras
ediciones. Lo dicho, los necios se han conjurado en Gijón y la Semana Negra ha
ondeado la bandera blanca.